ABSTRAC
El presente documento describe la manera como a partir del microfútbol un equipo interdisciplinario compuesto por profesional de cultura física, psicólogo y trabajadora social; han desarrolla estrategias para transformar el comportamiento delictivo y disminuido las frecuencias de consumo de sustancias psicoactivas de un grupo de jóvenes pertenecientes a cuatro parches de los barrios La Esperanza II y La Esperanza III de la comuna dos de Bucaramanga. Se sustenta además el criterio teórico a partir del cual desde la animación sociocultural con el microfútbol se transforma comunidad.
El presente estudio se desarrolla en 5 apartados. En el primero se relacionan algunos de los marcados factores sociales que afectan al desarrollo del adolescente que habitan los barrios de la escarpa de nuestra ciudad y que en contados casos puede ser extendido sólo a los barrios que han sido construidos a través de acciones de hecho y que están alrededor de las ciudades capitales. El siguiente apartado resalta la importancia de la educación no formal como factor socializador y su significativo valor tanto en el desarrollo de una comunidad barrial como en sus integrantes en forma individual. En tercer lugar, se presenta un enfoque integral de la adolescencia a partir del análisis de la atención psicosocial para mejorar la calidad (bienestar psicosocial y de los microambientes), partiendo de factores de riesgo que se le presentan al adolescente hasta los posibles resultados y trastornos biopsicosociales. Además se destaca a la adolescencia como una fase heterogénea, tanto rica en oportunidades como en situaciones críticas; y a partir de esto se revalora la presencia de un quipo interdisciplinario de profesionales en esta área.
A continuación se ofrece la iniciación de una propuesta de educación no formal de tipo barrial que basada en el microfútbol toma como orientador teórico la animación sociocultural con la intención de transformar una práctica cultural para crear espacios que permitan legitimar la participación de los adolescentes y los jóvenes no solo en la mejora de su salud sino también en la definición de las sociedades del futuro.
1. Contexto psicosocial de los jóvenes de barrios marginados
Los jóvenes hoy son la materialización de la expresión sociocultural de dos generaciones de adultos que han venido poblado los sectores periféricos de la escarpa. La escarpa de la meseta de Bucaramanga comenzó a poblarse por migraciones campesinas que la vieron como refugio de la violencia política a partir de la década de los sesenta; y ante el fracaso de la reforma agraria y por la implantación de políticas de modernización cifradas en la industria y en el sector financiero en la década de los setenta; como refugio de los desplazados desde finales de los años ochenta e intensificado en los noventa a causa de los conflictos generados en el campo entre grupos armados. Esta migración sostenida se combinó con la saturación de espacio sobre la meseta, la discriminación social llevó a los migrantes a "urbanizar" la escarpa considerada como de mayor riesgo geológico.
La constitución de los barrios de invasión coincidió, en su época de mayor migración, con la creación de las Juntas de Acción Comunal (JAC) que se convirtieron en la forma expedita para satisfacer las necesidades mediante adhesiones político partidistas que garantizaron, mediante el clientelismo, la atención para los nuevos barrios, lo que inhibió la formación de grupos autónomos.
A medida que se iba gestando la legalización de los nacientes barrios a través de las JAC; las acciones de hecho para conseguir los servicios públicos, la pavimentación y en general la atención del gobierno local de turno, iba dándole el sentido de identidad al sector.
Los hogares de Bienestar aparecen en la década de los ochenta como un conjunto de acciones de carácter educativo del Estado a favor de una familia multiproblemática que fortalecía el tejido social; su presencia legitima la autoridad femenina por omisión de una de tipo masculino.
Al final de la década de los ochenta los programas de ONG's y de proyectos del Estado se ven encaminados a apoyar a la mujer como cabeza de familia en las comunidades marginales.
Se acuña el término Ciudad Norte para los barrios del sector que se veían beneficiados por el proyecto de educación para el desarrollo propuesto por la Parroquia Santa Inés. El término creado para potencializar una realidad marginal terminó siendo en nuestra ciudad la Representación Social de la inseguridad, la violencia, pobreza y consumo.
La desconfianza de los bumangueses por los nuevos migrantes inició un proceso de marginalización y fragmentación[1] social que tuvo eco y reconocimiento a través de la denominación de Ciudad Norte con la cual para el resto de la ciudad se redujo el problema a un sector que no se ve, pero se siente sus consecuencias.
La dificultad de crear una red social a favor de una socialización que rescate lo público, la participación popular, la equidad, la justicia social y la no-discriminación que son bases esenciales de la democracia[2]; se evidencia en lo puntual e institucional de los proyectos de los cuales se benefician los habitantes del sector.
Los índices de violencia, cada vez en aumento, son sólo de tipo estadístico y sin ningún tipo de comprensión psicosocial contextualizado. Estos, han venido estigmatizando a los jóvenes del sector, que encuentran en las acciones represivas de las fuerzas del orden, y los actos "pedagógicos" de los grupos de limpieza social las únicas acciones sociales que le dan sentido a su expresión cultural.
Es probable que las distintas acciones represivas (p.e.; los sistemas de cornetas) en contrarreacción instituyan en los parches y bandas barriales acciones delictivas con mayor eficiencia; aumentando los índices de violencia.
2. Contexto educativo
El ambiente de alto riesgo; impide que los padres justifiquen a sus hijos la importancia del estudio. Lo anterior se agrava aún más cuando las instituciones educativas presentes en el sector, confirman lo anterior, al verse impedidas a transformar la cultura que desconocen y temen.
Para cientos de preadolescentes en estos sectores, la pobreza significa algo más que no tener dinero suficiente. Significa no tener el control sobre sus vidas, ser vulnerables a la voluntad de los otros, y degradarse para salir adelante. Significa no participar en la vida de la comunidad, y sentirse inferiores a los demás. Sobre todo, significa no identificar oportunidades de construir una vida mejor para sí mismos en el futuro.
Los jóvenes que viven en condiciones de pobreza limitante no tienen como perspectiva asistir al colegio. Muchos terminan trabajando en el "rebusque"[3] en muchas ocasiones en peligrosas condiciones de explotación sólo para sobrevivir. Con poca o ninguna educación y sin recursos, no pueden salir del círculo de la pobreza.
El nivel de escolaridad en estas comunidad es bajo. Los profesionales no superan el 1%; el nivel técnico escasamente alcanza el 10%; la deserción escolar se dan con mayor porcentaje en la básica primaria (25%) que en la básica secundaria un 15%. El analfabetismo se encuentra en todas las edades y aún no se podido precisar, se estima que supere el 10%.
La educación es un factor decisivo para la socialización de los jóvenes para la transmisión de los valores relacionados con la ciudadanía, la democracia, la solidaridad y la tolerancia. Constituye también un elemento vital para facilitar la participación activa de todos los ciudadanos en la sociedad y para la integración en el interior de cada país de los excluidos de los beneficios del desarrollo. La educación conduce a la creatividad individual y mejora la participación en la vida social, económica, cultural y política de la sociedad.
La sociedad del conocimiento, como es definida actualmente, se caracteriza por el papel que juegan la ciencia y la tecnología en el desarrollo socioeconómico. Un país que desee ser verdaderamente independiente debe garantizar a todos sus ciudadanos la oportunidad de adquirir conocimientos sobre la ciencia y la tecnología, debe fomentar la capacidad de dar a ambas un uso apropiado y de desarrollarlas para satisfacer necesidades colectivas.
La educación debe preparar a las generaciones futuras para hacer frente a los problemas que plantean los progresos de la ciencia y la tecnología y para determinar qué aplicaciones serán beneficiosas y cuáles pueden ser nocivas. Asimismo, debe propiciar una "alfabetización científica" de toda la población, con el fin de formar ciudadanas y ciudadanos críticos y capaces de examinar la naturaleza de la ciencia y la tecnología como actividades humanas encaminadas al desarrollo individual y colectivo.
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